jueves, 14 de octubre de 2010

Para suerte la mía

No recuerdo el nombre, ni dónde estaba. Sólo que estábamos en Vanuatu, había un pequeño aeródromo en el otro extremo de la pequeña isla, a unos treinta kilómetros, un solo coche, e imaginad la calidad de la ruta que unía la pequeña población en la que estábamos con dicho aeródromo. El jefe se iba con toda su familia desde allí, una avioneta les debía recoger para llevarles a la capital mientras nosotros debíamos seguir ruta hacia Tonga, nuestro siguiente destino, mil doscientas millas más al este (horror, mil doscientas millas de proa).

La simpleza de las casas y la limpieza del lugar ofrece una sensación de armonía que invita a permanecer en un mundo que necesita protegerse

Un error de sincronización del chófer, que debía recoger al grupo en la destartalada pick up,
les hizo esperar varias horas bajo la sombra de unos cocoteros y la brisa del alisio mientras parecía que se molestaban por malgastar su tiempo fuera de las comodidades del barco.
Un precioso tiempo que yo tuve la suerte de disfrutar lo indecible con la comunidad de gente que nos atendía mientras esperábamos al coche.

Casas humildes hechas de hoja de palma, espacio para una privacidad compartida, y una vegetación protectora y generosa en cualquier lado de la aldea
Veredas cuidadas con esmero adornan los caminos que unen sus casas. Limpieza y gusto por las cosas simples

Un pequeño poblado de cuatrocientas almas, pocas más en el resto de la isla, tres iglesias, dos colegios, un dispensario médico y un orden y alegría en la vida que me llegó a lo más íntimo. Sin trabajo, apenas sin medios para conseguir lo elemental, alejados por mar del lugar civilizado más cercano a una hora en bote rápido, pero sin rencor por no tener aunque suspiren por ello.
La muestra más evidente del deterioro de su paz eran los teléfonos móviles. Las navidades pasadas les habían instalado un antena en una isla cercana que les alcanzaba la señal para estar comunicados. Y se les creó una necesidad que vista desde fuera se nos antoja inútil e innecesaria, pero para la cual tienen los "derechos" que les otorga ser ciudadanos de este loco mundo.

Me sentí mal preguntándoles si podíamos dejarles nuestra basura de las dos últimas semanas, a lo que respondieron alegremente que sí. Les pagamos al cambio unos cien euros como muestra de gratitud, aunque no les hubiera hecho falta cobrar por un trabajo que no veían como tal, ya que era mayor su alegría por compartir tiempo con unos inusuales visitantes. Una vez quemada la basura, enterraron los restos bajo la arena de la playa. Reían intensamente como niños alegres cuando de vez en cuando reventaba un bote vacío de cualquier spray

El tiempo que estuve con ellos fue un regalo, ya que pocas son las ocasiones que tenemos para contactar con gentes locales de lugares apartados y empaparte de su estilo de vida y energía para afrontarla, ya que mi trabajo está en el barco y no fuera de él. Y luego hablamos que lo nuestro es civilización.

Los niños se lo pasaban mejor que nosotros con semejante novedad en sus rutinas. Niños, muchos niños. Muy guapos y alegres
Los mayores tenían la ayuda de los niños en las labores del hogar. Esta abuela pelaba este rico fruto de nombre impronunciable al que extraía su semilla comestible mientras nietos y amigos de nietos se deleitaban zampando de tanto en tanto lo que les caía en la mano
Tampoco me acuerdo de su nombre, pero era el jefe del poblado. Una jerarquía basada en la edad y el conocimiento regula la convivencia de la comunidad con sus leyes no escritas. Tuve la suerte de poder ayudarle y le arreglé un pequeño generador que le malfuncionaba en su casa. Su alegría fue mayúscula, pues era la única electricidad que podía tener. Para cargar sus móviles, y ver una peli en la tele. Me sonaba totalmente a un mundo fuera de su contexto.
Mujeres y niños menores tenían otra diversión, pero siempre atentas al ritmo de la vida
Si os fijáis bien, a esta canoa la había bautizado con el bonito nombre de "Smile", muy apropiado para su carácter. Con esto salen a pescar y también se divierten

Ay qué sería la vida no nos regalara de vez en cuando estos ratos!

2 comentarios:

  1. Y que todavía queden lugares así!

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  2. Edu!!!!
    No se ni si et recordes de jo, en Josep Manchado, tambe tinc un bloc, "la cova de les Bruixes", http://joem.balearweb.net/ no faig viatges tan alucinants com tu, t'he localitzat per en Cesar, vell company de bicicletes.
    escriu-me un correu jmanchado@gmail.com
    Salut i que tardis molt en trobar Itaca

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